Carta de una asesina
Lucía Viera Ruano (3.º A)
Esta
historia nunca ha sido contada, pero creo que mi vida está llegando a su fin y
no quiero morir sin contarla.
Nunca
he tenido amigos, todo el mundo me considera un bicho raro, supongo que yo
tengo la culpa en parte, por apartarme pero no controlo lo que me pasa y no
quiero hacerle daño a nadie más. Cuando nací hubo complicaciones en el parto, a
mi madre le inyectaron una sustancia que provocó su muerte y es la explicación de lo que me ocurre; nadie
lo sabe: ni los médicos, ni mi padre, solamente yo, ya que me acuerdo de todo
lo que pasó desde que a mi madre le inyectaron esa extraña sustancia.
Todo empezó a complicarse en mí cuando tenía
ocho años, hasta entonces todo era normal, aunque mi inteligencia sí era
superior , y yo sabía que era diferente pero no me preocupaba, simplemente mi
padre y yo pensábamos que era superdotada , pero como ya dije, con ocho años
descubrí que habían muchas más cosas.
En
mi habitación sentada en mi gran alfombra de pelo blanco y con mi pijama
preferido empecé a jugar con Ally, mi preciosa muñeca de trapo. Mi padre me
dijo que ya era hora de cenar y que debía bajar inmediatamente, bajé y me serví
la cena y mi padre salió a comprar tabaco. En el reloj marcaban las doce y mi
padre no había llegado, en el mismo instante que el reloj marcó las doce,
empezó mi transformación.
Mi piel empezó a humedecerse, mis uñas a
crecer hasta un gran tamaño y mis dientes eran enormes y afilados. En mi mente
y en mi cuerpo no había control y salí a la calle en busca de una primera
presa, por desgracia mi primera presa, fue la señora Negrín, una mujer anciana
y adorable que de vez en cuando me llevaba tortitas de Carnaval. No me olvido
de ningún detalle, a todas mis presas las mato cruelmente de la misma manera,
busco a personas débiles como ancianas, ancianos y niños y les ataco cuando
están en un profundo sueño. Con mis uñas atravieso su pecho sacando su corazón
y después voy devorando cada parte de su cuerpo desde la cabeza hasta el último
dedo de sus pies y luego entierro en lo alto de la colina del pueblo el corazón
de cada víctima. Y esto me pasa cada día a las doce de la noche.
Ahora tengo dieciséis años y estoy en mi
casa, son las seis de la mañana y estoy con forma humana al lado del corazón de
mi última víctima, mi padre. No puedo seguir así he matado a muchas personas y
no controlo lo que me pasa, esto es una despedida, la vida de este ser
despiadado termina aquí, no aguanto más, soy horrible.
P.D.:
Pido perdón a todas mis víctimas y a todas aquellas personas que las querían,
no puedo explicar lo que pasa en mí, así que he de morir porque no es justo ni
para las personas inocentes que he asesinado, ni para mí.
Lo siento.
Angelina Gutiérrez Sanz.
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